lunes, 28 de julio de 2025

POEMA DE SILVIA SUSANA DURRUTY

 Porque fuimos lo que fuimos

y ya no somos


no sé si llorar o bien

escribir una elegía


continúan aún despiertos

tus besos en mi boca


las risas porque sí

la noche interrumpida


el guiño de la tarde

las promesas


la tibieza de tu cuerpo

en la cama junto al mío


porque fuimos lo que fuimos

y ya no somos


por más que lo intente

no puedo llorar ni escribir


tengo un desierto en la mirada

la arena ensucia las palabras


los versos que imagino

me salen mal


Silvia Susana Durruty
Ciudad autónoma de Buenos Aires

domingo, 27 de julio de 2025

ENTREVISTA A MONICA BEATRIZ FREIXA POETA DEL MAITEN CHUBUT




1¿Cuál es tu profesión?

Termine la secundaria hice un año en el profesorado de lengua y literatura ...curso de Narradora Social....de locución y teatro...trabaje en una guardería CAF Centro Asistencial de Familia ...allí trabaje en la cocina de ayudante y en una dulcería ...

 

 2 ¿Cómo empezaste a pintar?

Empecé a pintar a los cinco años con el lápiz labial de mamá en una antigua mesa de luz...aún se conserva esa pintura rosada

 3¿Cómo empezaste en la radio?

Después comencé en Radio Impacto de Joni Gallardo con mí programa: Una vos en tus oídos...música romántica y poesía me apodaron desde entonces como Moni la poeta...

 Hice un curso de radio comunitaria gestión  municipal.... en Cultura, dónde también trabajé por contrato.

 Y en la radio Comunitaria mapuche Petu Mogheleiñ estoy desde el 2021


 4 ¿Qué te impacta más escribir o pintar?

. Después en la escuela dibujaba en vez de prestar atención a los maestros...me gusta dibujar rostros y paisajes...he pintado también sobre tela...y murales.

5 ¿Te gusta la comunicación?

Me gusta la comunicación en temas como la espiritualidad temas profundos y en la música y las letras busco el mensaje positivo y constructivo ...porque debemos cuidar lo que consumimos,ya sea alimentos o lo que escuchamos y decimos....

 

 





ENTREVISTA MONICA ROEMER ARTISTA PLÁSTICA

 1 ¿ Cómo surgió interesarte en la pintura ? 

Desde que tengo memoria me recuerdo con lápiz o birome y un block garabateando algo, dibujar era algo que hacía parte de mi, como respirar, comer o dormir

2 ¿ Qué tipo de expresiones realizas ? 
Me expreso mayormente con pinturas, generalmente trabajo en series y trato de hacer cosas diversas pero siempre revisito series anteriores.

3 ¿En qué talleres has participado? El primer taller de arte al que asistí a los 10 años en 1972, fue un taller para niños en Brasilia, luego, a los 15, asistí a un taller en Belo Horizonte y a los 18 fui al taller del artista Willy Dohme, en Martinez

4 ¿Qué formación tienes ? 
Tengo secundario completo, además de español, hablo alemán, portugués e inglés. Estudié la carrera terciaria de Diseñador de Interiores en IPIM y el Profesorado en Pintura en la Escuela de Artes Visuales Antonio Berni
5 ¿ En qué exposiciones has participado en estos años?
Participe en numerosos salones, convocatorias, muestras colectivas y grupales, algunas individuales desde 2002

6 Has participado en antologías de obras literarias con artvilo? Organizamos un evento durante varios años llamado Letra e Imagen donde los artistas trabajábamos junto a talleres literarios, un año nos tocaba un texto que debíamos ilustrar y al año siguiente los escritores recibían una imagen y debían escribir un texto sobre la misma. Los textos debían ser cortos, se imprimían y se montaban sobre un soporte rígido y se exhibían junto a las imágenes. Durante varios años editábamos un libro que contenía textos e imágenes 

7 ¿ Cómo es pertenecer a Artvilo ? Es un sentido de pertenencia muy fuerte, trabajar por y para el arte es gratificante y estoy feliz de pertenecer a este valioso grupo humano

8 ¿En qué próximas exposiciones estarás ?
Actualmente participo en una muestra colectiva con el grupo de Los Bárbaros en Cultura Viva 
El próximo mes estaré en la muestra colectiva "Diálogos", junto al mismo grupo en el Casal de Catalunya; participaré de otra muestra, Mujeres x Mujeres, también en Cultura Viva; y con Artvilo en una muestra colectiva de Artvilo en la UCR de Olivos y en otra muestra en el HCD de Vicente López 

9 ¿ Cómo pueden comunicarse con vos y seguir tus obras?
Por Instagram @moniromer.arte y próximamente @moniromer.obra

10 ¿ Qué le dirías a los jóvenes que empiezan a pintar?
¡Que sigan, que es un camino de ida, que es una forma de vida maravillosa!

EL CUMPLEAÑOS DE GRACIELA SPADARO

 El cumpleaños

Llegué puntual, como siempre. Acostumbro convertir el tema de la puntualidad en

un caballito de batalla para hablar sobre el respeto hacia los otros. De inmediato me

recibiste con la sonrisa iluminando cada rasgo de tu cara y tu cabello castaño. El

abrazo surgió espontáneo, necesario.

Hoy cumplís sesenta años Luisa y nuestra amistad, casi tiene la misma edad. La

flaca y la petisa éramos para el barrio. Hoy seguís siendo una mujer elegante, delgada

y en tu rostro anguloso unos ojos grises que se van oscureciendo hacia el iris como

una corriente circular. Los labios carnosos son el marco de una sonrisa dispuesta. El

tiempo ha madurado tus encantos.

Me siento en la mesa con tu familia, yo soy “familia” después de tanto vivido

juntos. Tu esposo, Marcos, me trata con cariño y confianza. Tus hijos me llaman “Tía

Analía” y yo que elegí la medicina como pasión y trabajo, encuentro en ellos la orilla

para mi soledad.

El salón se va llenando de la gente que compartió momentos, etapas con vos.

Compañeras de primaria, de secundaria, de talleres en los que anclaste tu búsqueda

de la estética y la belleza. Amigos de hace un rato y de mucho tiempo atrás. Todos

llegan convocados por el cariño que despertás y también cultivas.

El servicio de catering es excelente y disfrutamos de una cena en la que los

sabores compiten con los colores y los aromas son una invitación más para seguir

disfrutando.

La animadora nos convoca para mirar la pantalla que colocaron en el centro del

salón. Empieza a escucharse “De vez en cuando la vida” de Joan Manuel Serrat y

aparecen las primeras fotos de tu infancia. Me enternece esa beba que fuiste.

Aparecen las fotos de nuestras primeras vacaciones en Mar del Plata, vos tenías

diez años y yo nueve. Mis padres les pidieron a los tuyos que te permitieran venir una

semana con nosotros y ellos accedieron. Recuerdo la habitación con las dos camas y

las noches interminables de charla y cuchicheos en voz baja. A pesar de mi tamaño,

siempre más pequeño que el tuyo, arremetía contra las olas y me tenían que cuidar

porque perdía la noción de la distancia con la playa y llevada por el entusiasmo

rumbeaba mar adentro. En cambio, vos permanecías parada con el agua rozándote

apenas las rodillas. Juntas construíamos hermosos castillos de arena y jugábamos a

enterrarnos mutuamente.

Las imágenes del secundario, los partidos de vóley en los que te destacabas. El

uniforme de gimnasia: pollerita azul muy corta y debajo un short negro, remera blanca

y pullover escote en ve azul, por supuesto zapatillas y medias blancas. Íbamos a la

misma escuela y a pesar de tener grupos propios, los viajes los realizábamos juntas.

Por aquél entonces aún vivíamos una enfrente de la otra.

Tu cumpleaños de quince y yo a tu lado tirando de una de las cintas de la torta.

Ambas teníamos novio y los sábados por la tarde íbamos los cuatro al cine o a

caminar. Empezábamos a soñar con casarnos.


Bebo un sorbo de vino blanco, miro a tu familia y los ojos se me humedecen.

¡Cuánta vida compartida, tantas palabras, tantos silencios!

Te veo en la pantalla con Ernesto bebé, tu hijo tendría unos seis meses y yo ya

veía en él sus ojos. El resto de la cara era como la tuya, tan parecido a vos, pero… los

ojos… no.

No hay fotos del casamiento ni del nacimiento de Ernesto. Todo fue precipitado,

no podías disimular tu avanzado embarazo y tus padres conminaron a tu novio a

hacerse cargo. Fue para vos un tiempo de angustia que no compartiste conmigo, te

aislaste y dejé de llamar a tu puerta cansada de escuchar a tu mamá repetir: “No

quiere salir”.

Antes de dar a luz te mudaste a unos treinta kilómetros de tu casa.

Vacaciones en Córdoba, Ernesto tendría unos seis añitos y Lorena tres. Se veían

felices los cuatro. Lore se parece a tu marido. Rubia como él, con su tez blanca y su

mirada penetrante y oscura. Por aquella época te lo pregunté, lo negaste. No me

convenciste, los años traerían la verdad.

Fotos de Ernesto con su título de ingeniero y tu abrazo colmado. Lo miro y sé con

certeza que tiene sus ojos. Birretes al aire y danza de togas. Canta el catalán, “Hoy

puede ser un gran día”.

Las primeras imágenes que te tomaron cuando el cabello comenzó a crecer

después de terminar con la quimioterapia. Te veías un poco cansada, la lucha había

sido ardua pero no permitiste la derrota. Recuerdo la cama del hospital, después de la

operación en la que te extirparon el útero y los ovarios. La tristeza, el dolor, el miedo y

finalmente… la confidencia.

Se suceden en la pantalla épocas más felices. Miro alrededor, las lágrimas

encuentran el camino hacia mi boca. El pecho se me contrae y siento que el aire es

poco. Sin embargo, levanto la vista y me encuentro con la mirada de Ernesto, los ojos

de tu amante, los ojos de mi padre.

ALIVIO DEL DESPOJO DE GRACIELA SPADARO

 Alivio del despojo


Desperté y de inmediato pensé en cómo se desarrollaría mi primer día de vacaciones. Había

llegado la noche anterior a la estancia y en medio de la penumbra, bajo un cielo escaso de

estrellas, descendí del coche. Fui instalado en una habitación reciclada con reminiscencias de

antiguas riquezas. Por el cansancio del viaje, me derrumbé en la cama y con rapidez quedé

dormido.

Los ritos diarios, usados al levantarme para lograr un aspecto presentable, fueron ejecutados

con esa singular rutina en la que me siento ausente y sin embargo resulta tan propia. Entré al

salón comedor. El techo convergía hacia una cúpula ojival de madera oscura, los ventanales se

abrían a la luz generosa y el campo con su húmedo olor matinal, se filtraba irreverente,

soberbio. Ocho mesas redondas con manteles blancos y sillas de algarrobo torneadas. Frías

cenizas yacían en una chimenea de piedra ennegrecida. Algunas lámparas con caireles de

cristal, alfombras con más historia que futuro. Silencio. Una anciana sentada en un rincón,

casi imperceptible.

Disfruté el desayuno. El pan caliente, esponjoso; la mermelada de membrillo, también casera.

El café con leche olía distinto, sabía distinto. Una sensación de bienestar olvidada me invadía a

medida que se disipaba el vapor de la taza. Paseé la mirada por las páginas de la novela que

leía, por el campo, el salón y me demoré en la anciana. La mujer llevaba puesto un vestido de

amplios pliegues, largo y negro. Su cara ancha conservaba un resplandor lozano que se

desvanecía en los surcos de lo vivido. El cabello blanco recogido en un rodete. Los labios

semejaban una línea, tal vez la puerta cerrada de un mundo secreto. Baja y redonda. Toda ella

hablaba de una época distinta, anterior. Armonizaba con el mobiliario. Sentí atracción por el

daguerrotipo que el entorno proyectaba en mí. ¡Cómo me hubiera gustado leer lo que la

mujer escribía con parsimoniosa concentración! Ni una sola vez levantó la vista. Tal vez ni

siquiera notó mi presencia.

Los días siguientes transcurrieron entre largas caminatas y no menos prolongadas siestas.

Estas vacaciones de reposo eran una prescripción médica después de mi segundo infarto, los

tres by- pass, el adiós al cigarrillo y la promesa de trabajar menos. Comencé a sentir de a poco

como disminuía mi pesadumbre y me volvía más ligero, algo así como etéreo. Me rodeaba una

aplastante tranquilidad, sólo acicateada por la curiosidad que cada mañana durante el

desayuno, único momento del día en que la veía, me provocaba la anciana. Comprendí que

solo nosotros estábamos alojados esa temporada, eso si ella en realidad era una huésped, algo

que no podría saber si no preguntaba y no me animé a hacerlo.

Una mañana durante el desayuno, un viento inesperado azotó las ventanas. Dos mucamas

presurosas cerraron las hojas de vidrio grueso. Repentina y bravía la lluvia culminaba en gotas

voluminosas sobre las superficies. La anciana se retiró del salón. Me demoré disfrutando por

un rato los sonidos amortiguados, los colores difusos. Vi el cuaderno con tapas de cuero

marrón, ajado, sobre la mesa de la mujer. Siguiendo un impulso me levanté y lo tomé. Con

paso apresurado y la respiración agitada entré en mi habitación. De inmediato, sin poder

reprimir la ansiedad abrí el cuaderno. Recorrí con avidez las páginas desnudas, una tras otra y

todas vacías. Tenía la absoluta certeza de que ese era el cuaderno utilizado por la anciana

cada mañana. ¿Dónde estaban las palabras que ella vertía en mi presencia? La lógica suele

guiar mis pensamientos, pero en esta circunstancia, los acorraló. El enigma resistía el análisis.


Cansado de mis inútiles cavilaciones decidí pasar a la acción. Las horas siguientes

transcurrieron densas, colmadas de inquietud.

A las ocho entré, como lo había hecho desde mi llegada, al salón comedor. Recorrí cada

ángulo, en busca de una diferencia, algo que me permitiera entender. Todo estaba

exactamente igual. De pronto, me di cuenta que la mujer miraba por la ventana, no escribía.

Claro, yo tenía su cuaderno. Por primera vez, me acerqué a su mesa. Pedí disculpas por la

intromisión y me presenté. Miré los ojos de la anciana y quedé perdido en un abismo. Esa

mirada contenía un universo. Con una voz suave me trajo de regreso, balbuceé algo sobre el

cuaderno y se lo entregué. Agradeció con gentileza. No pude con mi genio, le pregunté por

qué las páginas estaban vacías si ella escribía allí todos los días. ¿Vacías?, no lo creo. ¿Quiere

que le lea algo? No pude rechazar la invitación, me senté a su lado y la magia de una voz tersa,

llena de colores me envolvió. La historia hablaba de un hombre, acontecimientos de su vida,

esperanzas y pesares. En tanto ella avanzaba el relato yo reafirmaba la interior convicción de

que en un sueño lejano había vivenciado esas circunstancias, sentimientos y emociones. Cada

palabra pronunciada se convirtió en un recuerdo evocado. Me dejé llevar y disfruté de los

olores de mi niñez, los sonidos de mi adolescencia y los sabores de mi adultez. El tiempo,

fluyó.

Voy caminando por el campo, no sé a dónde me dirijo. Ando libre y liviano, no cargo pesadas

mochilas ni viejas valijas. Sólo yo y mi presente.

Y en algún lugar, una anciana guardará, en un cuaderno con tapas ajadas de cuero marrón,

mis recuerdos robados.

SIN TIEMPO DE GRACIELA SPADARO

 

SIN TIEMPO


Esa noche lo lograría. No se trataba de un inesperado ataque de optimismo sino de una

profunda certeza, una convicción arraigada en cada pliegue de sus ansias.

Frente al capuchino fuerte y caliente, los ojos de Marcos jugaban en la neblina, la de su

mirada y la de sus pensamientos.

Tres meses atrás sus días transcurrían monótonos. Acostumbraba despertarse una hora

antes de salir para el trabajo, consideraba ese lapso suficiente para desayunar, escuchar

las noticias y ordenar sus prioridades del día. Sin embargo, Marcos partía de su

departamento, siempre inevitablemente apurado en busca del subte. A pesar de su

contextura grande y sus sesenta años, era un hombre ágil. Durante las horas de trabajo

se sentía poseído, le gustaba el vértigo que le provocaba la necesidad permanente de

analizar las posibles variables, de evaluar objetivamente y tomar decisiones. Todos los

días quedaban asuntos pendientes, no importaba que se quedara en la oficina diez, doce,

catorce o hasta dieciséis horas, el trabajo nunca estaba al día. Arrastrando esa pesada

mochila regresaba a su casa, por el camino compraba lo necesario para preparar la cena;

generalmente ésta consistía en algo rápido, no podía darse el lujo de perder tiempo en la

cocina. Después de cenar se bañaba y a pesar de poner la televisión, jamás veía un

programa porque exhausto rápidamente se quedaba dormido.

Al día siguiente repetía su rutina, y así fluía su vida.

Una noche, tres meses atrás, sucedió. Por un camino sembrado de hojarasca penetró a

un bosque frondoso, húmedo y fresco. La luz se filtraba entre los árboles expandiéndose

dentro de conos corpusculares. El aroma a pinos y eucaliptos tenía cuerpo. De pronto un

resplandor acompañado de un olor dulce y fresco, lo hizo mirar hacia el final del sendero.

Allí apareció, envuelta en un largo vestido de gasa color marfil, con sus extensos cabellos

castaños. Su figura tan femenina como etérea era el atril perfecto para el rostro aniñado a

pesar de su edad. Lentamente, con miedo de alejar a la bella mujer, Marcos se acercó.

Y cuando estuvo tan próximo como para verla a los ojos, sonó el despertador.

Desde esa noche el sueño se repitió diariamente, minucioso en cada detalle.

Noche tras noche, durante los últimos tres meses, estuvo en el bosque con esa mujer a la

que casi llegaba a tocar y siempre el sonido estridente del despertador lo volvía a la

realidad.

Ya no importaban sus días, su prisa, sus asuntos pendientes, vivía para sus noches para

fundirse en su sueño una vez más, con la necesidad de prolongarlo para alcanzarla.


Empezó a trabajar menos horas, a llegar a la casa más temprano, se acostaba y en

impaciente vigilia aguardaba el sueño. Inevitablemente al acercarse a la mujer, el reloj se

dejaba oír.

El último domingo había permanecido todo el día en la cama, cerró los ojos, muy fuerte,

trató de caer en la espiral profunda pero las hadas de la ensoñación no escucharon sus

mudas plegarias. A pesar de sus esfuerzos, la mujer se presentó para volver a esfumarse

en el preciso instante en que lo hacía cada vez. Estrelló el reloj contra la pared.

Durante las últimas mañanas, Marcos se sentaba frente a su capuchino y evocaba la

imagen de la mujer, sus pensamientos se precipitaban hacia el ojo de un huracán.

Aturdido consultaba el horario y ya sin sorpresa veía que había estado alrededor de tres

horas frente a su taza. Se obligaba a tomar el subte, a ir a la oficina, a trabajar, pero a

veces mientras estudiaba un expediente, ella emergía de las páginas e inundaba la oficina

con su aroma dulzón. Permanecía con él hasta que alguien entraba, entonces otra vez se

evaporaba.

Acostumbrado a resolver racionalmente conflictos propios y ajenos, buscó la solución. Su

mente se fatigaba caía en un estado de febril excitación en la que el orden y el método

perdían la batalla. Sin embargo, habituado a los desafíos encontró la respuesta.

Esa noche después de bañarse tomó el frasco de pastillas y una a una las ingirió con

leche tibia, para que su sueño fuera más relajado y supo que por fin lo lograría, esa noche

se acercaría lo suficiente, tendría un tiempo infinito para soñarla.

LA VOZ CULTURAL 3

 

POEMA DE SILVIA SUSANA DURRUTY

 Porque fuimos lo que fuimos y ya no somos no sé si llorar o bien escribir una elegía continúan aún despiertos tus besos en mi boca las risa...